La presencia de la animación audiovisual en nuestra vida cotidiana actual es tan amplia que muchos hemos dejado de percibirla conscientemente, sobre todo cuando vemos televisión, navegamos en la web o usamos el teléfono celular.
Animar, del latín animatio, significa dar alma o vida y representa en el ámbito audiovisual todo un universo creativo que nos conecta con la fantasía, el ensueño o la misma realidad expresada desde una estética diferente. Al respecto Paul Wells afirma que el lenguaje de la animación se caracteriza por ser el arte de lo imposible, cualquier cosa inimaginable es factible.
Los orígenes del cine animado se remontan a la técnica de las Sombras Chinescas hacia el siglo VII en Oriente cuando los actores se valían de títeres y marionetas o sus propias manos para hacer dramatizaciones a partir de la proyección de sus sombras sobre una pared clara. Incluso algunos autores van más atrás colocando como ejemplo el intento de nuestros antepasados en representar el movimiento cuando plasmaron en las pinturas rupestres a bisontes de 8 patas.
El fundamento científico para el desarrollo posterior del cine animado fue el descubrimiento del fenómeno de la persistencia de la visión por Peter Mark Roget hacia mediados del siglo XIX, el cual sustenta que la retina del ojo humano mantiene momentáneamente una imagen en el cerebro luego de ser captada. De manera que la visión de varias imágenes bajo un determinado ritmo y secuencialidad genera la ilusión de movimiento. La animación tradicional se basa por lo tanto en dibujar y registrar las distintas fases del movimiento y luego de reunir 24 cuadros por segundo, 29,97 para televisión, proyectadas a una velocidad constante y superior a la persistencia retiniana del ojo humano, se crea así la magia de dar vida a objetos inanimados, mediante todo un proceso de creación artístico para la construcción del movimiento de manera artificial y artesanal, que brinda un modo diferente de expresión y representación de lo real y lo imaginado.
Las dos primeras décadas del siglo pasado marcaron el nacimiento de estudios y personajes emblemáticos de la cultura popular occidental, como Gertie la Dinosauria deW. McCay, El Gato Félix, Crazy Cat, Betty Boop y el hito del Ratón Mickey. Comienza así la industria del cine animado en occidente, de la mano de Walt Disney, los estudios Fleischer, bajo la enorme influencia de grandes maestros rusos como Ladislav Starevicht y Alexander Ptushko o los japoneses Hayao Miyasaky e Isao Takahata.
El audiovisual de animación se vale de diversas y variadas técnicas, desde la animación tradicional 2D mediante el dibujo a mano, o el stop motion que utiliza figuras de plastilina (claymation), marionetas, figuras de papel recortadas (cut-out) o incluso personas (pixelación) que se mueven y fotografían cuadro a cuadro. Actualmente, los avances tecnológicos han permitido la generación de obras animadas en 2D y 3D mediante programas computarizados, abriendo un mundo aparentemente inagotable de posibilidades creativas. Se han reducido los costos y tiempos de producción, ha hecho accesible este arte a muchos creadores, renovado y diversificado el lenguaje del animado desde su narrativa, su estética y por supuesto su técnica.
En Venezuela nuevas generaciones de artistas y comunicadores, atraídos por la magia y potencial de este género audiovisual han asumido, por lo general de manera autodidacta, la realización de diferentes propuestas animadas, no obstante, reclaman programas educativos que brinden las herramientas y soportes teóricos necesarios para desarrollar sus habilidades. Actualmente la oferta académica para estudiar animación en nuestro país se limita a breves talleres o seminarios, materias optativas dentro de licenciaturas en Diseño Gráfico, Comunicación Social, Artes Visuales o Cinematografía y alguna especialización en escuelas privadas de Cine. La inexistencia de estudios regulares con rango universitario exclusivamente en el área, plantea la necesidad de asumir retos en la configuración de propuestas educativas que den respuesta a esta demanda de conocimiento de las nuevas generaciones.
Es así como surge la iniciativa de ofrecer estudios formales de cuarto nivel en animación audiovisual, los cuales serían los primeros en su especialidad no solo en Venezuela sino en todo el continente sur de nuestra América. Un programa a través del cual se brinden las herramientas tanto tradicionales como las digitales más innovadoras, con el soporte teórico y la perspectiva histórica para fomentar la realización de obras críticas, desafiantes, conmovedoras y creativas.
Existe un interesante legado local en torno al cine animado que respalda y alienta esta iniciativa académica, su referencia más cercana la encontramos en las sencillas experimentaciones en los Estudios Ávila Film de la mano de Herbgat Weis hacia los años cuarenta, cuando incluía ciertos usos de la animación mecánica en la publicidad y el cine. Luego hacia los años setenta conocemos el cine animado de la mano de José Castillo autor de Conejín, uno de los precursores de este arte a nivel nacional junto a fundadores y miembros del extinto Departamento de Cine Animado de la Universidad de Los Andes como Armando Arce, Alberto Monteagudo, Edmundo Aray, Leopoldo Ponte, entre otros, quienes realizaron un conjunto de cortometrajes de gran proyección nacional e internacional como Manzanita, el Cuatro de Hojalata y Wanadi.
Más recientemente, gracias al apoyo de diversas plataformas como el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía – CNAC, Conatel, MINCI, entre otros, se han realizado numeros proyectos animados para cine y televisión, en los que se narran la cultura, sueños e ideales de nuestros pueblos, generando una efervescencia en el sector joven de la población por el cultivo de este arte. Dentro de estas experiencias recientes podemos mencionar algunos ejemplos: los cortometrajes Galus Galus, Chirinos, Tulio Febres, Bákiro, Erase una vez; las series para televisión El Mundo de Los Onqui Tonquis, Luisa, La Bitácora de Nando, El Conuco de Elena, Sucre el Mariscal de América. Además de varios largometrajes para cine, aún en proceso de producción, como Samuel H20, Kaporito El Guardián de la Montaña, Mandinga y Ororo, entre otros.
Una obra de animación implica una producción colectiva e interdisciplinar con la cual podemos transitar por caminos inexplorados de la imaginación, así como también expresar creativamente complejos procesos de pensamiento. Es uno de los lenguajes contemporáneos más populares, interesantes y prolíficos al alcance del artista y comunicador de nuestros días. La Universidad Audiovisual de Venezuela es el espacio idóneo para emprender esta maestría en Animación, sin precedentes en el país, donde la creatividad, los conocimientos teóricos y técnicos de múltiples disciplinas artísticas, aunado al manejo de las técnicas tradicionales y las nuevas tecnologías, permitan el desarrollo de un medio de expresión formativo, productivo, y sobre todo distintivo de nuestras particularidades.
Las condiciones están dadas para impulsar un proyecto de estudios formales en animación donde se integren sinérgicamente el arte y la ciencia, donde haya una simbiosis entre la técnica y la expresión estética, donde podamos, siguiendo el ímpetu de nuestros antecesores del Departamento de Animación de la Universidad de Los Andes hace más de cuatro décadas atrás, dar “alma” a nuestros sueños, expresión a nuestro pensamiento y proyección a nuestros objetivos como nación.